El primer estudio del dolor en la enfermedad crónica, El dolor en la enfermedad crónica desde la perspectiva de los pacientes, corrobora la asociación entre dolor crónico y depresión, y subraya la necesidad de “visualizar” el dolor como un problema en sí mismo que debe ser tratado por unidades específicas.
El estudio es fruto del esfuerzo conjunto de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes y de la Sociedad Española del Dolor (SED). Investigaciones anteriores como la de Nishiwaki et al. (2018), de la que ya hemos hablado en anteriores entradas, indican la existencia de una íntima conexión entre dolor crónico y depresión. Más concretamente, en relación a la artrosis, el dolor articular es el síntoma principal de esta afección. En sus estados más avanzados impide realizar actividades cotidianas, lo cual lleva a su vez a sedentarismo, pérdida de sociabilización, con el consiguiente riesgo de aislamiento social, depresión y pérdida de calidad de vida en todos los ámbitos.
El impacto económico del dolor también es importante: se calcula que en España unos ocho millones de personas padecen dolor crónico (un 17% de la población total). Los costes directos e indirectos del dolor crónico provocado por trastornos como las migrañas o la artrosis suponen unos 16 000 millones de Euros anuales, esto es, un 2,5% del PIB. Según los datos del informe El dolor en la enfermedad crónica, la enfermedad más frecuente entre los participantes en el estudio es la fibromialgia, seguida de lumbalgia crónica, cefaleas, y artrosis (uno de cada cuatro participantes). Seis de cada 10 participantes afirma tener problemas para caminar, y cuatro de cada 10 experimentan problemas para su cuidado y vestido personal. El 88% de los pacientes de dolor crónico son mujeres.
A pesar del elevado impacto a todos los niveles del dolor, el dolor es a menudo infravalorado, tanto por la persona que lo sufre como por su entorno familiar y laboral. El paciente de dolor crónico a menudo se resigna a soportar el dolor, el cual lo considera algo “normal” o parte de sus “achaques” sin conocer las alternativas terapéuticas a su disposición que pueden reducir o incluso eliminarlo, con la consiguiente mejora de su calidad de vida.
Abordaje multidisciplinar
El dolor crónico, definido como el que dura más de tres meses, está siendo abordado cada vez más como un problema en sí mismo, no como un síntoma de una enfermedad concreta, que requiere de un enfoque multidisciplinar. El concepto de dolor como “síntoma” puntual ha evolucionado a una concepción del dolor como enfermedad, en la que el dolor es el problema en sí y el tratamiento debe centrarse en combatirlo, debido a los numerosos trastornos, psicológicos y físicos, asociados al dolor crónico.
No obstante, todavía hay mucho camino que recorrer: según el informe, un 62% de participantes no ha sido nunca derivado a una unidad de dolor para su tratamiento específico, y tan sólo un 14% recibe tratamiento específico contra el dolor; un 58% no ha recibido información específica sobre el dolor asociado a su enfermedad crónica. En este sentido, “hasta el 40% de las personas que han participado en la encuesta por el momento no han obtenido un diagnóstico de dolor crónico, lo que evidencia la necesidad actual de visibilizar la presencia del dolor asociada a la patología crónica, así como de reforzar la educación sanitaria a pacientes con dolor crónico para favorecer su empoderamiento”. El informe también subraya el fuerte impacto del dolor provocado por la enfermedad crónica sobre la calidad de vida de las personas. Al ser preguntados sobre su estado de ánimo, un 22% afirmó estar muy ansioso o deprimido, y un 52% afirmó sentirse moderadamente ansioso o deprimido.
Por tanto, el informe concluye que es necesario aumentar la creación de unidades de dolor y formar de forma adecuada a los profesionales sanitarios para que el dolor tenga una adecuada atención y se proporcione un diagnóstico y tratamiento precoz que optimice los resultados clínicos.